"A perfection of means, and confusion of aims, seems to be our main problem"
Parte 5:
Expuestos todos estos casos, llegamos al clímax del meollo, ¿Que es arte?
¿Es lo que vemos realmente en una obra de arte? en la escuela muchas veces se nos preguntaba que significa tal obra de arte y nos hacían escribir un ensayo al respecto de lo que significaba esa obra de arte. pero ¿esta del todo correcto esto? ¿porque tenemos que leer la obra de arte? ¿no sera que la obra de arte nos esta leyendo a nosotros?
Todas estas interrogantes surgen a raíz de que tenemos que aprender a ver las cosas diferentes y debemos estar abiertos a nuevas teorías, que no todo es como realmente lo vemos o lo oímos, o como lo perciben nuestros sentidos independiente de cuales sean.
pero... ¿cuando es arte entonces? este es un ensayo que me encontré de
Guzmán López Bayarri, un Formador y asesor en Creatividad e Innovación y autor de Serendipity, en donde expone cuando es arte.
"Entramos en un museo, por ejemplo el Guggenheim en Bilbao. Llevamos con nosotros un cuadro escondido debajo de la chaqueta. El presunto artista es nuestro sobrino de seis años, aunque para nuestra empresa incluso un chimpancé podría haber sido el autor.
Ha pintado con total libertad, sin presión de ningún tipo y con la única finalidad de divertirse un poco. La obra la hemos escogido nosotros, sin ningún criterio, casi al azar. Podríamos haber escogido, sin ningún tipo de problemas, otro de los tantos dibujos hechos por el pequeño artista. Una vez en el interior de la sala, descolgamos uno de los cuadros expuestos y lo sustituimos por el nuestro.Ahora sólo queda esperar los resultados.
Lo más probable es que observemos, en mayor o menor medida, que el cuadro es – mejor o peor- aceptado sin problemas, y esto ya es un gran avance. El hecho de que el cuadro guste más o guste menos, sea más o menos comprendido, entra en otro nivel de análisis que nos alejaría, por el momento, de lo que se pretende exponer aquí. Lo sorprendente es que la gente que está allí, suponiendo que encontramos gente relacionada con el arte en cierta medida- por eso están en el museo-, aprecia el cuadro a su manera, ya que nadie se ríe, a nadie le extraña.
Por tanto, lo que me gustaría tratar de averiguar es justamente, y como el título índica, el tema de, realmente, ¿cuándo es arte? ¿cuándo podemos hablar de una obra de arte? ¿cual es la diferencia real entre una obra de arte y un garabato de un niño?
Referente a la primera pregunta, me llama mucho la atención el hecho del contexto. Arte contextual, como lo hizo Warhol, quizá. Es posible que el garabato de nuestro sobrino de seis años, sin intención ni nada que se le parezca, no sea arte, o por lo menos no una obra apreciada por los expertos, pero el hecho de introducirla en ese contexto artístico como es un museo de arte contemporáneo, sí lo sea. Entonces el artista quizá seamos nosotros, y no el niño. Por otro lado, es posible que simplemente estemos engañando a la mayoría de la gente pero no a los expertos. Es vedad que la gente va condicionada – mediada- por lo que van a ver, y eso es algo ineludible. Probablemente si estuviera colgado en el Prado, la conformidad no fuera la misma. Y ya que sale la conformidad a relucir, no puedo evitar acordarme de los experimentos de Ash sobre estos temas y lo influyente que es la opinión de la mayoría sobre la de uno. Si el cuadro está aquí será por algo, lo habrá decidido un grupo de personas, por tanto mayor que mi opinión, no puede ser que todos esos, que además les pagan por estar aquí, estén equivocados. Yo tengo derecho, como mucho, a decidir si lo miro o no, si me gusta o no, nada más.
En los experimentos de otro psicólogo social, Milgram, el sujeto debía proporcionar descargas a otro por sus errores en unas preguntas. Por supuesto era un gancho, un actor a cargo del investigador. Aunque el sujeto se mostrara poco de acuerdo con lo que debía de hacer, lo hacía. Se demostró lo eficaz que era la autoridad sobre las personas. Y esto nos lleva a un ejemplo que resume de manera genial el tema del arte y el contexto.
Recuerdo un día que iba con una amiga a una exposición. Ella es extranjera, y por tanto, en Madrid, se sentía perdida y por tanto se fiaba de mí en todo lo que le dijera. Cuando entramos en la exposición, y mientras subíamos las escaleras, yo me percaté de que solo entrar en la sala de exposiciones había una manguera de incendios metida en una hornacina de cristal, de esas para las emergencias. Rápido, imaginé una broma, que meses después me ha valido como ejemplo para este ensayo. Consistía en colocarme frente a la manguera y observarla como si fuera la primera obra de la exposición. Y así lo hice. No estaba seguro de que mi acto tuviera el resultado deseado pero cuán fue mi sorpresa al ver que la chica miraba atenta, aunque extrañada, lo que yo estaba observando. Precioso, le dije, toda una obra de arte, sí señor. Ante mi comportamiento, recuerdo que ella miró más atentamente, como para comprobar que realmente no estaba equivocada. Cuando le pregunté que le parecía, no sabía muy bien que decir, la conformidad se apoderó de ella y lo único que quería era salir de esa situación lo antes posible. Pude aguantar la carcajada un minuto más, y esto fue lo que le hizo salir de ese efecto conformista que yo mismo había creado.
Esto nos demuestra una vez más, que no sólo la calidad de la obra, sino toda una serie de acontecimientos externos, influyen a la hora de valorar o juzgar el arte. Aspectos como la conformidad, la mediación, el contexto, y demás, son factores de notable potencia que debemos tener en cuenta a la hora de intentar resolver esa pregunta.
Otro tema que quisiera tratar es el de la cultura como mediador de nuestros gustos, preferencias y de cómo gracias a ella adquirimos nuestros criterios de selección. Está claro que una obra apreciada por la sociedad, lo es, justamente por que hay cierta conformidad en gustos y preferencias. Se han establecido unos criterios de lo que está bien o está mal, y eso depende de cada cultura. Es simplista reducir todo eso a leyes generales. Esto lo podemos ver también gracias a un ejemplo. Recientemente un colega de profesión me comentó el trabajo que se está haciendo para integrar los graffiti en el arte contemporáneo. En nuestra cultura, el ver un graffiti se asocia a un tipo de personas, de tribu urbana marginal, y por tanto es difícil la posible apreciación de uno de ellos. Quizá alguien que desconoce totalmente el origen de esa obra, al no estar tan mediado culturalmente, puede, con sus propios criterios, apreciar más que nosotros un graffiti.
Nuestro mirar no es un mirar puro, descondicionado o libre. Es un mirar mediado. El ojo inocente es ciego, nos dice el filósofo Marina. Y lo es porque mirar es más complejo de lo que se cree. No se ve la realidad, o una copia de ella. El mirar es un acto constructivo. Estamos mediados por nuestro conocimiento que interpreta continuamente. Y lo hace con la información que ya tiene, a partir de ella. Como ejemplo nos vale uno que nos pasa todos los días. Ante una palabra, no podemos dejar de mirarla sin leerla. Esta percepción es inevitable. Lo que Bruner llamaba más allá de la información dada. La mirada inteligente anticipa, previene, utiliza información sabida, reconoce, interpreta. Y ese mirar inteligente, mediado por la cultura a la que pertenece el sujeto, es el que nos da información acerca de lo que estamos viendo.
Por tanto, ante la última pregunta, ¿en qué se diferencia una obra de arte al garabato de un niño?, no podemos dar una respuesta única. Como siempre, la realidad es algo relativo, que está a merced de puntos de vista, marcos teóricos y demás invenciones humanas necesarias para no vivir en un caos, porque lo que sí está claro es que el hombre necesita comprender, y está es la única forma que tenemos de intentarlo.
Pero sigamos. Si queremos diferenciar dos obras de arte deberemos posicionarnos en un marco teórico. Y esto es algo que hacemos incluso sin darnos cuenta, a nivel inconsciente. Pero lo que está claro es que si no nos posicionamos no tenemos criterios para nuestra elección, y sin ellos no es posible hacer ninguna diferenciación. Por tanto, depende de cual escojamos usaremos unos u otros criterios. Según Nelson Goodman, nos fijamos en los símbolos. El valor de una obra de arte consiste en la manera en la cual los símbolos representan o denotan, un objeto. Incluso nos da unos criterios de calidad por los cuales es posible analizar el valor artístico de una obra. Es algo interesante aunque desde mi punto de vista sólo es, tal como él diría, válido en su manera de ver el mundo, un mundo que él mismo se ha construido. Y es válida como lo puede ser la de otro mundo. Y a eso es lo que me quiero referir. En el mundo de Goodman es así y sólo así, pero para el trasgresor que entra en el museo con el cuadro de su sobrino debajo de la chaqueta, evidentemente, el mundo artístico funciona de manera muy distinta.
Pero aún así, debemos mentalizarnos que hablar de cuándo es arte, es hablar de una cultura que actúa como mediador, de un marco teórico, de una perspectiva concreta, y de un cronotopo particular. Y, seamos conscientes o no cuando así sea, saber que todas esas variables están ahí debajo queramos o no.
Una vez hecha una reflexión acerca de este tipo de cosas, podemos empezar a hablar de arte, pero eso será más tarde".